En pocos días, concretamente el próximo 7 de febrero, dan comienzo los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi, pero bajo un ambiente enrarecido por las graves amenazas terroristas que llevan tiempo vertiéndose sobre la ciudad rusa y el evento en sí. Ya ha habido actos terroristas en puntos cercanos a Sochi en las últimas semanas y ahora, parece ser, Estados Unidos y Rusia andan trabajando conjuntamente para intentar capturar a posibles terroristas infiltrados dentro de lo que es la Villa o las instalaciones olímpicas de la ciudad.
Esto nos hace plantearnos: ¿Por qué se le ha concedido un acontecimiento tan importante como unos Juegos Olímpicos a un país tan amenazado por el terrorismo como Rusia? Preguntas similares en cuanto al no saber el porqué de las decisiones pero con motivos diferentes se nos vienen a la cabeza cuando pensamos en Catar y en los Mundiales de 2022 de fútbol, con una polémica de la cual ya hemos hablado bastante en Mundo Pelotudo. ¿Un mundial de fútbol en verano en un país desértico y con una media de temperatura de cincuenta grados? La explicación popular apunta a los petrodólares, pero se llega a la conclusión de que sacrificamos intereses deportivos por dinero (hablamos, obviamente, de la posibilidad de que el Mundial se juegue en invierno).
Precisamente, Catar será también sede de los mundiales de balonmano de 2015, cuando este país árabe no es, precisamente, una tierra de tradición en este deporte. Todo es por dinero. Pero… por otro lado se plantea la pregunta de si también sería injusto no conceder a este tipo de países la posibilidad de organizar grandes campeonatos deportivos y así promocionar el deporte y promocionarse a sí mismos de vez en cuando. Por ejemplo, el pasado mes de septiembre tuvo lugar en Angola el Mundial de hockey patines y no consta que existieran problemas en el país africano que, por cierto, accedió a pagarle a la Selección española los gastos relativos a su viaje para participar en el campeonato, ya que los recortes en las Federaciones deportivas en nuestro país hubieran impedido que los nuestros pudieran viajar (España ganó el Mundial a Argentina).
Se suele decir que los criterios que los estamentos tienen en cuenta para conceder la organización de estos grandes campeonatos deportivos son de infraestructuras, seguridad, tradición en el deporte en cuestión, comunicaciones, comodidades para los deportistas e incluso, últimamente, que los proyectos no sean derrochadores desde el punto de vista económico. Pero hemos visto cómo Japón se hacía con los Juegos de 2020 por su impresionante apuesta económica a pesar de que no esté nada claro que para entonces se haya superado su enorme problema con la central de Fukushima. Como el año pasado vimos disturbios sociales diariamente en Brasil durante la Copa Confederaciones de fútbol, o hemos visto a trabajadores de ese país morir por falta de seguridad en las obras de los estadios o a las autoridades cariocas aumentar los presupuestos para los próximos Juegos de Río 2016 con su país atravesando penurias económicas en según qué zonas geográficas. ¿Es esto admisible?
¿Qué criterios se deben imponer para que en todo esto impere la cordura? ¿Cómo obligamos a las personas con capacidad de decisión a no atender a intereses económicos o a sus intereses personales a la hora de elegir sedes de campeonatos?
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