Como nuestros oyentes sabrán (y si no se lo contamos), hace poco Marta Domínguez fue absuelta por el Comité de Disciplina de la Federación Española de Atletismo por supuesto dopaje en el año 2009, fecha en la que se proclamó campeona mundial de los 3.000 metros obstáculos. Esta acusación partió de la Federación Internacional de Atletismo, pero una vez más se ha producido un “enfrentamiento” entre los organismos internacionales y nacionales en esta materia. Con los nuestros, otra vez, defendiendo a una atleta patria aun a riesgo de que quedemos ante la opinión pública internacional como poco menos que drogadictos, cuando vamos por ahí diciendo que tenemos “tolerancia cero” con el dopaje.
Sin embargo, este no es exactamente el caso que pretendíamos exponer esta vez. Algunos pelotudos, como Ángel Marbán, si bien hemos argumentado en varias ocasiones que nos parece que el dopaje cada vez es más fuerte en determinados deportes porque se “necesita” ante la creciente presión por obtener resultados deportivos y un espectáculo que en cada competición supere a la anterior cuando esto no es posible, e incluso hemos defendido que el revisar casos de dopaje de hace años en base a reglas nuevas para pillar a gente que se dopaba hace décadas nos parece aberrante, tampoco somos ajenos a una realidad en este país: no tenemos tolerancia cero con el dopaje.
Dicho esto, y discutiendo con gente amiga de este programa, surgió una duda existencial a la hora de hablar del caso: ¿Cuál es la finalidad de un deporte? En este caso, ¿cuál es la finalidad del atletismo?
Está claro que si un atleta (Marta Domínguez en este caso) se dopó (no lo sabemos, es un suponer, no está demostrado) para ganar un campeonato lo hizo para ser mejor que los demás, para obtener un resultado positivo. Pero, realmente, ¿qué busca Marta Domínguez cuando practica deporte?
Según un amigo, la finalidad, en este caso, del atletismo como disciplina deportiva es “buscar los límites del ser humano”. En velocidad, por ejemplo, se dice que Usain Bolt es el ser humano del futuro porque sus récords han sido demasiado brutales en relación con los que ya había. Se ha adelantado varias décadas. Pero quizá (y esto es lo que piensa Ángel Marbán), Usain Bolt no está pensando en encontrar los límites del ser humano cuando corre. Quizá sólo piensa en divertirse. O en ser el mejor de su época. O el mejor de la historia. O quizá, simplemente, busca la fama. O el dinero…
De hecho, algunos deportes no podrían ser lo que son sin el dinero. Por eso no le parece a Ángel Marbán aberrante que se diga (lo piensa) que el fútbol, más que un deporte, es un negocio. Y no lo dice en sentido peyorativo. Porque también piensa que sin la publicidad, sin las televisiones, sin la fama de los futbolistas, el deporte en sí no tendría posibilidades de ser tan atractivo como lo es a los ojos del público. No habría dinero para tanta cámara, repetición súper lenta, imagen en HD, estadios inmensos con ambientes emocionantes…
Por eso, quizá, la finalidad de un deportista pueda ser la fama y eso no pueda criticarse desde un punto de vista de falta de ética. Por eso, quizá, si no se fuese tan estricto con el dopaje, si el discurso no fuera tan hipócrita, siendo capaz de señalar con el dedo, por un lado, a todo el que come un picogramo de carne en mal estado por pura casualidad y por otro reclamando de forma subliminal que en cada competición el ser humano haga más de lo que realmente puede hacer porque si no no se genera dinero, el dopaje, visto como complemento energético de ayuda para llegar a límites imposibles de llegar de forma natural, no se vería como ahora.
¿Cuál es el límite del tenis, entonces? ¿Ser el más técnico con la raqueta? ¿Y el de la natación?
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