Regresamos en esta sección sin nombre para repasar la carrera
de una figura simbólica y curiosa del deporte que nació un 29 de marzo, de hace 64 años, en 1952. Se trata del boxeador cubano
Teófilo Stevenson, ese hombre que prefirió ser leal al régimen
político de su país antes que “venderse” al dinero y la fama que
pretendían reclutarle para la causa.
Teófilo Stevenson es todo un mito de la historia del boxeo, y eso
que nunca sabremos realmente cuál fue su nivel real con respecto
a las otras estrellas que fueron contemporáneas a él. De entrada
ostenta todo un récord, pues fue el segundo atleta de toda la
historia que logró proclamarse triple campeón olímpico. Eso sí,
nunca abandonó el boxeo amateur.
“El Pirolo”, como se le conoció durante su carrera, un apodo puesto
por el líder de la Revolución y del régimen comunista cubano, Fidel
Castro, que siempre se jactó de ser “su amigo” y que se aprovechó
de su fama para su causa política, nació a poco menos de 700
kilómetros de La Habana, procedente, como no podía ser de otra
forma, de una familia humilde. Creció como un niño más, entre
plantaciones de algodón; Pero el destino le tenía reservados otros
planes.
Teófilo se aficionó al boxeo por su padre, quien llegó a pelear
en algunos combates sin demasiado éxito. Ya en el colegio era
frecuente verle pelear con sus compañeros y rápidamente fue
iniciado en el mundillo por un ex campeón cubano de los años
treinta, John Herrera. Los inicios de Stevenson no fueron buenos.
Perdió varios combates y, para empeorar la situación, tras la
revolución cubana en 1962 se abolió toda práctica de deporte
profesional en el país. En lugar de eso se pone en marcha la
Escuela Cubana de Boxeo, destinada a captar a los mejores
talentos nacionales, pero en tono amateur.
Sin embargo, ¿podríamos llamar amateur a un boxeador que
fue capaz de proclamarse tres veces campeón de unos Juegos
Olímpicos? Teófilo Stevenson logró 301 victorias en 321 combates,
entre ellas las preseas en Múnich 1972, Montreal 1976 y Moscú
1980; Además, se llevó los campeonatos del mundo de aficionados
en 1974, 1978 y 1986 y un incontable número de títulos en otras
competiciones internacionales.
Obviamente, su éxito no pasó desapercibido para el “enemigo
americano”, donde el boxeo siempre ha sido un gran negocio y
un espectáculo muy popular. Varias veces trataron los Yanquis de
organizar una pelea “del Siglo” que enfrentase a la gran estrella
cubana y, por ende, comunista, con alguno de los pesos pesados
del país bandera del capitalismo. Era la época de grandes nombres
como Joe Frazier o, sobre todo, Muhammad Alí. Se dice que le
llegaron a ofrecer cinco millones de dólares por pelear con este
último, pero fue entonces cuando llegó su lapidaria e histórica cita:
“Prefiero el cariño de 8 millones de cubanos a todo el dinero que me
puedan ofrecer”. Castro se regodeaba en su sillón con su puro en la
boca.
“Antes rojo que rico”. Esta es la sentencia que ha quedado sobre
la vida de un hombre que recibió numerosos elogios por parte
de amigos y enemigos durante su carrera. Muchos piensan que
hubiera estado a la altura de Alí. Pero eso nunca lo sabremos.
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