martes, 12 de marzo de 2013

¿Es justo criticar a los árbitros?

En el deporte, cuando uno habla sobre los árbitros, es bastante normal que aparezcan dos corrientes de opinión completamente distintas. Una de ellas, probablemente la más extendida, entiende que estos señores son parte del juego y que ni es ético ni es conveniente hablar mal de ellos, ya que, como seres humanos que son, cometen errores, como los deportistas. Por el contrario, la opinión contraria es muy tendente a criticar a los colegiados cuando éstos se equivocan.

Al hablar de críticas a los jueces, normalmente uno piensa en el fútbol, el deporte donde más patente son las polémicas en torno a ellos. Lógico, teniendo en cuenta la magnitud mediática del deporte en cuestión, y la tremenda competitividad que ha desarrollado éste por la importancia social que se le da. Sin embargo, la figura del árbitro no se limita sólo al balompié. Hay colegiados en la inmensa mayoría de los deportes, por no decir en casi todos los que se practiquen de forma profesional: baloncesto, balonmano, tenis, hockey... Si hablamos de deportes colectivos, se les llama árbitros. Pero no dejan de cumplir el mismo rol de velar porque se cumplan las normas establecidas los jueces de disciplinas como el atletismo, la halterofilia, la natación sincronizada o la gimnasia rítmica...

Probablemente, la pasión que el aficionado al deporte le pone a la hora de apoyar a sus ídolos, sea en el deporte que sea, provoca de forma inconsciente que se considere a estas personas, secundarias en cuanto protagonismo (y así debe ser) pero tan imprescindibles como el deportista en sí mismo a la hora de que haya espectáculo, como "entes" irrelevantes. Que están ahí porque tienen que estar, pero que en ningún caso son considerados como alguien "amigo". Son personas hacia las cuales profesamos indiferencia mientras no nos toquen a nuestro deportista favorito. Si juzgan en su contra, se convierten en el enemigo. Y si juzgan a su favor, aunque sea de forma injusta, entonces nos caen bien...


Así está montado el juego. Y muchas veces, escuchamos la típica frase que cita que "quejarse de los árbitros es de equipo pequeño". Si hablamos de deportes individuales, es de deportista pequeño. Esta afirmación se sustenta en base a la teoría que dice que, sobre todo en los deportes de equipo, los árbitros tienden a beneficiar o, en caso de duda, a arbitrar a favor del conjunto poderoso, el que más hinchas tiene o más veces ha ganado un torneo. Por eso, criticarle si se equivoca a favor de un conjunto o un deportista "grande" es comportarse como los equipos pequeños, que, normalmente, son los que salen perjudicados...

Sin embargo, al tomar a rajatabla esta forma de actuar, podemos inquirir en actitudes que acaban siendo igual de injustas que aquellos que la defienden denuncian al esgrimirla. Si un equipo grande nunca puede quejarse de nada aunque lleve la razón en algunas ocasiones, al final, los equipos pequeños terminan aprovechándose de ese supuesto. Y se supone que los equipos grandes lo son porque se han "trabajado" el ser grandes. Tener más títulos, más presupuesto y mejores jugadores no da derecho a jugar en inferioridad de condiciones que tu rival. Por tanto, todos tienen que competir bajo el mismo rasero. Por tanto, si un equipo "puede" quejarse, todos pueden hacerlo.

Por otro lado, nadie tiene nunca en cuenta que cuando un equipo grande es perjudicado en detrimento de un equipo pequeño, sus quejas nunca van destinadas a denunciar que al pequeño se le ha beneficiado, sino que se refieren a que, a costa de ese perjuicio, sus rivales grandes salen beneficiados. Todo ello sin contar con que la sociedad exige a los equipos grandes que siempre hagan todo de la forma más perfecta posible. Que jueguen bien y ganen siempre; Cuando un jugador famoso se equivoca, se suele decir "pues que no cobre". Están en juego los sentimientos y, por qué no decirlo, el dinero de mucha gente (apuestas, televisiones, cuotas de socios...) Y todo eso depende de que uno o varios señores hagan bien su trabajo, que, por otro lado, es justo por lo que se les paga. ¿Por qué entonces cuando cometen errores no se les puede tocar, y a los deportistas sí?

¿Sería la profesionalización la solución? En Inglaterra, los árbitros cobran unos 24.000 Euros al mes. En España deben compaginar profesiones. En cualquier caso, ¿es ético quejarse de los árbitros? ¿Qué soluciones podrían encontrarse? ¿Tecnología?

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