martes, 16 de diciembre de 2014
Una reflexión sobre el fenómeno ultra en Mundo Pelotudo
En Mundo Pelotudo no podemos pasar por alto el tema de “la violencia en el fútbol” que ha salpicado la actualidad tras el asesinato de un tipo que decía ser hincha del Deportivo de la Coruña en Madrid. Y precisamente queremos tratar la cuestión porque se habla de “violencia en el fútbol y violencia en el deporte”, por parte de “aficionados del Atlético de Madrid y del Deportivo” en este caso concreto, algo con lo que Luis Tejo, autor del artículo “No es por el deporte”, que podéis leer en VAVEL y muy, muy recomendable, por cierto, no está nada de acuerdo.
Luis opina que los hechos acontecidos no tienen nada que ver con el deporte; Que los que los provocan son criminales que aprovechan el fútbol para sus fines, alejados del mismo y que les daría igual montarla en un estadio de fútbol o en cualquier otro sitio. Cree que la solución no es “echar al Frente Atlético del Calderón”, como supuestamente ha hecho el club rojiblanco, porque quienes la montan son una minoría dentro de un colectivo de miles de personas que van a animar al equipo sin más, y que se trata de una medida de postureo. Y también escribe que meter en la cárcel o disolver estos colectivos corresponde a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, no a los clubes, que no tienen nada que ver con estos asuntos.
Ángel está de acuerdo en que la existencia y las actuaciones de estos grupos violentos no son responsabilidad “del deporte”. Es verdad que a esta gente no le interesa el deporte y que lo utiliza como excusa, y es verdad también que les da lo mismo liarla dentro de un estadio de fútbol o en una manifestación, por ejemplo. Sin embargo, discrepa en varios puntos con el artículo de Luis.
Para empezar, el discurso que promulga que grupos o personas como las que protagonizaron los bochornosos incidentes del domingo pasado no representan ni a los equipos de los que dicen ser aficionados, ni tampoco al deporte en sí; Que “sólo son unos pocos” y que sus actos son aislados, es peligroso y de poca implicación. Se admite que la violencia no va de la mano del deporte, pero, nos guste o no, está junto al deporte. Se ha instalado en él y lo ha hecho fundamentalmente por tres motivos: La tremenda capacidad de exhibición publicitaria y autobombo que les ha proporcionado durante años, las facilidades que clubes, dirigentes y aficiones les han dado a la hora de permitirles cobijarse y hacerse fuertes en su mundo sin protestar, e incluso facilitándoles comodidades (cuartos en los estadios, merchandising, tiendas, cesión de entradas, viajes organizados, etc.). Y, además, la capacidad de generar dinero y de autofinanciarse que consiguen “vendiéndose” como seguidores acérrimos (venta de banderas, bufandas, etc.). El fútbol no les interesa como deporte, sí como plataforma para potenciarse.
Además, una afirmación que seguramente dolerá a mucha gente: Argumentar que sólo hay que actuar contra los pocos extremistas que existen en los grupos como el Frente Atlético o los Ultras Sur “cuando el resto sólo van a animar al equipo” es como pensar en una persona que acude a una manifestación junto a grupos antisistema o fascistas, canta consignas y participa de sus eslóganes y luego, cuando la lían, se aparta y dice que “él sólo ha ido a protestar”. Formar parte activa, de cualquier forma, de grupos de este tipo, tiene consecuencias. Si te mueves con ellos sabes que hay unos pocos descerebrados y sabes hasta dónde pueden llegar. Sabes a lo que te expones y sabes la imagen que se tiene de ellos. Si no te gusta y crees que eso no te representa, no te juntes con esa facción. Acude al estadio con el resto del público o monta una peña distinta. Puede ser injusto, pero dadas las extremas consecuencias de los hechos, las medidas también tienen que ser extremas.
En relación con esto último, tampoco vale decir que sólo esos pocos son violentos y que en el resto del fútbol no pasa nada. El fútbol no sólo les ha amparado y potenciado, sino que nos parece bien todo lo que hacen hasta que suceden cosas como las de hace algunas semanas. Es absolutamente normal en los estadios de fútbol que todo el público insulte al árbitro, a jugadores rivales, cante consignas como “mátalo”, intente descentrar al equipo visitante con cánticos de índole política o de valores cuestionables e incluso cosas peores. Si la gente no pita habitualmente cuando los Ultras Sur cantan canciones en las que un hincha del Atlético acaba con “un puñal clavado en el corazón” o en el que “hay que quemar el Nou Camp”, si en el Calderón se ha cantado “Illa Illa Illa, Juanito hecho papilla” o si en Sevilla hemos escuchado “Ea ea ea, Puerta se marea”, estamos sembrando la semilla de la violencia física con la violencia verbal. Y nadie dice nada. Sólo se silba a los ultras cuando pasan estas cosas. Si no, “son esos chicos que se tiran todo el partido animando, si no el fútbol sería un teatro”.
Los clubes no pueden disolver estos grupos radicales ni meter a sus integrantes en la cárcel, pero pueden cortarles el grifo y hay ejemplos que demuestran que lejos de irse a otro lado, se quedan colgados. Laporta echó a los Boixos Nois del Camp Nou y desde entonces apenas se les oye.
En fin, os pedimos opinión.
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