Y vaya si se hizo profesional. En 1953 sus entrenamientos consistían en hacer en un mismo día 100 repeticiones de 400 metros. En sus mejores días corría unas 1.000 horas anuales, 800 kilómetros al mes, o sea, bastante más de medio maratón diario. Casi nada.
Zátopek empezó su leyenda en los Campeonatos de Europa de 1946 en Oslo, donde fue quinto en los 5.000 metros. Dos años después, en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948, ganó la medalla de oro en los 10.000 metros, estableciendo un nuevo récord olímpico con una marca de 29 minutos, 59 segundos y 6 centésimas, algo increíble en aquella época. Además, se llevó la plata en los 5.000 metros. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar.
En Helsinki, en 1952, firmó una de las actuaciones más recordadas en la historia de unos Juegos Olímpicos, al ganar en una semana el oro en los 5.000, los 10.000 metros y el maratón. Y encima era el primer maratón que corría en su carrera, llevándoselo de calle. Sólo tuvo problemas para ganar en el 5.000, en una de las mejores carreras que se recuerdan. Por si fuera poco, sólo unas horas después, en esas mismas Olimpiadas, su esposa, Dana Zatopkova, añadió una cuarta medalla de oro a la colección del matrimonio en jabalina. Zátopek se convirtió en una celebridad en Checoslovaquia y llegó al rango de coronel del ejército.
Se retiró en 1958 corriendo el Cross Internacional de San Sebastián, asolado por problemas físicos. Su vida dio un giro cuando apoyó las reformas aperturistas que pretendieron imponerse en Checoslovaquia en 1968, y que acabaron con la invasión del país por parte del ejército Soviético en la llamada “Primavera de Praga”. Zátopek fue expulsado del ejército y cayó en desgracia socialmente, hasta el punto de trabajar como barrendero para poder sobrevivir.
De carácter amistoso, siempre querido por la gente, se puede decir de él que le regaló una de sus medallas de oro a Ron Clarke, fondista australiano amigo suyo que nunca pudo ganar una presea en unos Juegos, simplemente por considerar que “se la merecía”. Murió en el año 2000, cuando hacía ya tiempo que su figura había vuelto a ser muy querida en la República Checa tras la caída del Comunismo.
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