Ahora imaginaos que el Atlético visite el Bernabéu, que más de 85.000 personas abarroten los asientos, que el Frente ocupe todo el Fondo Norte del coliseo vikingo (y no sólo el rinconcito en el cuarto anfiteatro que le suelen dejar)... y que durante los diez primeros minutos del partido no se oiga ni una mosca. Salvando las distancias (en Råsunda sólo caben 35.000), eso fue lo que pasó en el último derby. Llegado el décimo minuto, ambas hinchadas, a la vez, comenzaron a cantar, a ondear banderones y a sacar bengalas, tantas que el humo obligó a suspender temporalmente el partido.
¿Por qué? Por protestar. La afición sueca, independientemente de su equipo, está harta. Harta de que la federación y, sobre todo, los medios de comunicación locales les criminalicen, de que se venda una imagen de violencia en los estadios que en un pasado pudo ser grave, pero que hoy en día no es ni mucho menos acorde con la realidad. Ya no hay peleas en las tribunas, ya no se lanzan objetos al césped. Sin embargo, la presencia policial en los campos se ha multiplicado, así como los arrestos y las multas por la mínima infracción. Por eso los suecos se han hartado y han creado el movimiento Positiv Läktarkultur, que aglutina a hinchas de todos los equipos del Allsvenskan (primera división) excepto Göteborg y Malmö, dos de los más fuertes, y que pretende cambiar la situación a través de protestas pacíficas como ésta. Porque, según dicen, con tan mala fama y tanta represión, al final nadie querrá ir a ver los partidos en directo; de esta manera, todo el mundo puede hacerse una idea de lo triste que sería un partido de primer nivel sin público.
La idea ha cuajado y ya hay otros grupos de seguidores que pretenden usar los mismos métodos. Por poner un ejemplo, aficionados del Wolverthampton Wanderers y del Sunderland, de la Premier League inglesa, permanecerán callados durante los diez primeros minutos de su enfrentamiento el próximo 4 de diciembre. En su caso, el motivo es el precio excesivo de las entradas, que desde 1992 ha subido un 900%.
¿Creéis que esta forma de queja podría cuajar en España, o somos incapaces de permanecer 10 minutos sin hacer ruido? ¿Qué razón sería digna para reivindicarse de tal manera?
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